Bello y ordinario

Admiro a las personas de mala reputación pública. Cualquiera de nosotros puede ser un lustre bajo reflectores, pero cuando las luces se apagan... Sin embargo, los que son detestables, al menos son honestos; son miserables en su vida privada y lo siguen siendo en el escenario.

Dios mismo dijo que al tibio lo vomitará de su boca, que si no va a ser caliente, por lo menos sea frío totalmente.

Vos mismo podrías recordar a algún actor famoso, incluso muy querido y amado, o músico que es muy carismático y buena onda en determinados ámbitos; pero todo el mundo sabe que cuando se lo encuentra algún fanático, es detestable; o bien está totalmente perdido en vicios.

No solamente famosos, también amigos o conocidos que en público son totalmente alegres y, aunque no lo demuestren, sabes que en sus esferas más privadas de la vida son todo lo contrario a lo que acostumbran mostrar.

En los momentos extraordinarios, como un escenario, cumpleaños, fiestas, esos 30 segundos se fama que todos en algún momento tenemos; todos somos hermosos allí, en lo extraodinario. Total fuera de ese momento nadie nos ve.

¡Que hermosura tan banal! carente de valor real. La verdadera belleza está cuando se apagan las luces, cuando se corta la toma y la cámara termina de grabar, cuando vuelvo a casa, voy por la calle, me encuentro con mi familia, amigos o una difícil situación y ¿Sabés qué? sigo siendo yo.

No significa que tenés que ser carismático y el alma de la fiesta todo el día, no todos son así; pero seguís siendo vos en ambos lugares.

No sos caritativo solamente cuando te están sacando una foto, lo seguís siendo cuando nadie está mirando.

En los momentos ordinarios de la vida es cuando un hombre muestra su valor, ante los ojos de nadie, ante el olvido y la indiferencia del mundo. Porque un hombre digno no persigue el reconocimiento de nadie, va detrás de sus propias convicciones.

Y al final, Dios lo ve.