Hay un Dios, ¡Te está esperando!

Hace algún tiempo conocí, diría, que era una buena costumbre tener un lugar fijo y específico y también un horario para buscar de Dios en la intimidad de mis días.

Así fue como busqué el espacio más íntimo e inaccesible que dispongo para conformar este lugar, todos los días me acercaba en los mismos horarios; también buscaba a Dios en otros lugares y otros momentos del día, pero este era el momento y el espacio íntimo y exclusivo que reservaba para Él.

Hace algunos meses, en medio de diferentes movidas, ese lugar acabó lleno de cosas que estaban fuera de lugar. Yo seguía orando y buscando a Dios en otros espacios y justamente por eso no me preocupó que pasaran los días y ese lugar siguiera ocupado.

Cada 2 o 3 días miraba ese lugar y pensaba "debería guardar cada cosa en su lugar y volver a disponer de este espacio" y así pasó un par de meses

Un día libre de trabajo pude dedicarme a arreglar nuevamente ese espacio y me senté allí un momento, simplemente a descansar; inmediatamente, al sentarme, sentí la presencia de Dios y la noción de que me decía "Aquí también te esperé cada día", y lloré inevitablemente.

Me di cuenta de mi error, no tiene que ver con ritos religiosos, sino con la edificación permanente de esa relación incluso con sus momentos de intimidad que yo ya había generado.

Era necesario restaurar el altar, volver a la intimidad, al monte; a dónde sea que Dios está esperando, sin importar lo que haya que perder, porque allí Dios está.

Y volví a preparar ese lugar, no solo como un lugar exclusivo (como dije previamente) sino también consagrado. NO me pongan una sola cosa fuera de lugar, en ese lugar.

El único lugar en el que me podrían ver sin tecnología, y el único lugar en el que nadie más que Dios me puede ver. Allí donde voy a encontrarlo.

Nuestro lugar.