Dios me vio, ¿y qué?
- Navegante Literario
- 8 may 2024
- 3 Min. de lectura
Me dijeron que aún cuando estoy solo tengo que fijarme bien lo que hago y digo porque Dios me está mirando... ¿Y?

Y, dirán, ¿No te importa que Dios te esté mirando? mirá que él todo lo sabe, hasta los pensamientos más profundos y los deseos de tu corazón.
Y la verdad es que no.
No me preocupa tanto que Dios me esté mirando, porque de él no podría ocultarme jamás; si no comprendo eso viviré paranoico. Más me preocupa que yo me estoy viendo, eso me importa.
No es que sea indiferente a la mirada de Dios, o que yo me considere superior; sino que no me interesa ese acuse manipulador desde el que ponen a Dios como un veedor que vive pendiente de verme pisar el palito para mandarme de una al infierno de cabeza.
Porque mi Dios no es así.
Dios me observa y oye hasta el pensamiento más íntimo, hasta sabe lo que voy a hacer antes que yo mismo.
Pero yo verme a mí mismo decir una mentira o cometer un delito, aunque nadie más se entere; saberlo yo, haberme visto hacerlo y justificarme o que no me parezca grave o vergonzoso, eso me preocupa.
Porque cuando fallé, volví a su casa y me esperó con los brazos abiertos. Pero volví cuando reconocí que fallé, y lo reconocí cuando me vi a mí mismo en mi error y supe que no era lo correcto. Me arrepentí, cambié, regresé.
Si puedo verme a mí mismo fallar y no me molesta; eso es grave.
Si puedo oírme mentir, aunque nadie más se entere, y no me incomoda; eso es grave.
Si puedo cometer un delito, la justicia no me descubre, y mi consciencia no se alerta; eso es grave.
No, no me preocupa que Dios me esté mirando, porque él todo lo ve, me preocupa verme yo herir a Dios y que eso no me incomode.
Podemos plantearnos a un Dios que está lejano, sentado en su trono, mirando, acusando, juzgando y condenando cada una de nuestras acciones; algo erróneo pero que se acerca más al "Dios te está viendo" acusativo al que nos acostumbramos.
O podemos plantearnos a un Dios que está cercano y confía en nosotros, dándonos la libertad de tomar nuestras propias decisiones y ser íntegros, o no.
Puedo tener un Dios contra el que evito pecar porque siempre está mirando y le tengo miedo.
O puedo tener un Padre contra el que no quiero fallar porque él confía en mí y yo le amo y lo respeto; y no evito el error por miedo a él, sino que cuando me veo en falta me corrijo porque a mí me molesta ante mis propios ojos, y me molesta porque busco ser como él.
No, no me importa que Dios me está mirando; me importa que mis ojos no se alteren cuando me ven ofender a Dios, me importa que no se inmute mi corazón cuando mis pies corren presurosos a hacer el mal.
No es que no me importe Dios, los valores que cuido son los que él me ha inculcado.
Sino que, al ser íntegro de corazón, no necesito andar escondiéndome como Adán; porque mi consciencia está fijándose en él. Ahí está el punto, no se trata de que Dios me mire, él siempre tendrá sus ojos puestos sobre mí; se trata de que yo lo mire a él y después me mire a mí y me corrija para llegar a ser conforme a la plena estatura de Cristo, a su imagen y semejanza, como un reflejo de su grandeza.
El Señor está cerca de todos los que lo buscan; de los que lo buscan sinceramente. (Salmos 145:18)
Cuando ustedes me busquen, me hallarán, si me buscan de todo corazón. (Jeremías 29:13)
Entonces Dios siempre me está mirando, no va a cambiar nada que intentes asustarme con eso; finalmente lo importante es mirarlo.
Comments