Maestro, levántate y anda
- Navegante Literario
- 14 mar 2024
- 2 Min. de lectura
¿Cuál es el límite de tus convicciones?

Jesús tenía 12 discípulos y decenas de seguidores, para el momento de su muerte podemos descontar a Judas y pensar en lo siguiente: Después de haber dejado sus vidas atrás para seguirlo y haber visto todos los milagros, sanidades y resurrecciones, como la de Lázaro o la hija de Jairo, ¿A ninguno se le ocurrió la brillante idea de ir e intentar resucitarlo?
¡Maestro, levántate y anda!
Podríamos excusarlos de diferentes modos, decir que la entrada del sepulcro estaba resguardada; pero flaco, te paras a un par de metros y pegas el grito, habíamos visto con el siervo del centurión que la distancia no era un problema.
Además, con la cantidad de veces que vieron a Jesús enfrentar a las autoridades, y la misma actitud que ellos mismos tuvieron; Pedro mismo andaba con la suerte de no haber acabado preso.
Lo más lógico es pensar que ese fue su techo, se había terminado toda la fantasía, la gallina de los huevos de oro había muerto; y justamente porque incluso algunos de ellos no creían que Jesús había resucitado, tal como pasó con Tomás.
Podemos ver que creer, creían. Como en aquella ocasión en la que Felipe fue y le dijo a Jesús, si juntaremos los salarios aún así no podríamos alimentar ni a la mitad, pero ¿Sabes qué? Cómo Andrés y le dijo que hay un chiquito con unos panes y peces. Y Jesús: Messirve.
¿Por qué decirle que había un flaquito con una canasta? Porque creería vehementemente que algo Jesús podría hacer, el hacedor de milagros... Pero muerto el perro, se acaba la rabia.
De alguna manera, en ese punto, traían la misma idea que los fariseos que buscaron matarlo; no sabían que hasta las piedras hablarían de ser necesario.
Hasta acá llegó la fe, claro Jesús era la fuente; si no hay fuente, no hay agua. Jesús era la fuente de vida.
Se murió la esperanza.
Pero, ¿Hasta dónde llega tu fe? ¿No vas a intentarlo aunque todo te parezca en contra?
Y... está complicado, yo tampoco podría afirmar qué habría hecho.
Pero al final Jesús resucitó. La fuente de vida... Eterna. Entonces los milagros siguen fluyendo.
Pero, ¿en dónde está el límite de tu fe? Visto así, no sos vos el que espera su milagro, son tus milagros los que están ahí esperando por tu fe.
Cristo vive, todo es posible.
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